Magda
El hospital tenía un extraño poder; hacerme olvidar todo por un rato.
Pacientes, rutinas, diagnósticos, emergencias…
Todo me absorbía de tal forma que casi podía fingir que no había amanecido con un desconocido jugando a ser chef en mi cocina, llamándome principessa, y amenazando a dos hombres con su arma.
Casi.
—¿Magda?
Levanté la mirada. Era Iván, mi compañero de guardia y mejor amigo. Tenía una bandeja en la mano y me miraba con una ceja arqueada.
—¿Estás bien?
—Sí, sí. Solo estaba… distraída.
—Ajá —se sentó frente a mí—. ¿Esto tiene algo que ver con el Dios griego con cara de mafioso que me contaste a las tres de la mañana?
—¡Shh! —miré a los costados—. No hables así, te van a escuchar.
—¿Y qué? ¿Vas a negar que lo que me dijiste suena como el comienzo de una serie peligrosa y erótica de Netflix? ¿O tal vez como las 50 sombras de Grey?
Suspiré. Tenía razón. Pero eso no significaba que quería pensar en él.
—Fue solo una situación extraña. No va a volver a pasar.
Pero el dest