Max Jr.
Volver a la mansión siempre tenía ese efecto extraño en mí. Como si, por un segundo, volviera a ser el chico de diecisiete que soñaba con comerse el mundo, antes de entender lo que costaba realmente enfrentarlo.
La casa estaba iluminada, con las luces que mamá adoraba en los eventos familiares.
Todos reían, bebían, y hablaban como si el tiempo no pasara para nosotros. Papá estaba en su salsa, abrazando a todos, sonriendo como si tuviera veinte y no el triple.
Pero yo no buscaba a nadie en especial.
Eso era lo que quería creer. Aunque mis ojos… mis ojos la buscaban.
Solo a ella.
Y la vi.
Apoyada contra la baranda del jardín, con ese vestido azul que le marcaba la cintura y le dejaba los hombros al descubierto.
Estaba riéndose con una de mis primas, pero no tardó en verme. Y cuando lo hizo, su expresión cambió.
Me esquivó la mirada. Dio un paso hacia atrás. Y luego otro.
Sabía lo que eso significaba.
No quería hablarme.
No después de lo que pasó aquella noche en el baño de la