Paulina
Su frente seguía apoyada contra la mía.
Su respiración todavía acariciaba mi rostro. Estábamos tan cerca… y, sin embargo, había algo que todavía nos separaba...
Max me miró.
No con hambre.
No con impaciencia.
Con ternura.
—Si no estás lista, lo entiendo —murmuró, como si cada palabra le costara.
No porque le doliera… o porque estuviera desesperado... si no porque no quería lastimarme ni un poco.
Le acaricié la mejilla con la yema de los dedos. Sentí cómo se tensaba bajo mi toque, pero no se apartó.
—Necesito estar cerca de ti —susurré.
Él frunció el ceño y respiró hondo antes de hablar...
—Cerca… ¿cómo?
Tragué saliva.
Era difícil explicarlo sin sonar rota.
Sin sonar frágil.
—No sé si pueda… llegar a todo —dije bajito, evitando su mirada—. Pero quiero saber cómo se siente estar con alguien sin tener miedo…
Sentía mi cuerpo temblar. Estaba luchando contra mis deseos y las imágenes del pasado.
—Quiero que alguien me toque… y que no duela. Quiero confiar mi cuerpo… por prim