Max
Cerré la puerta despacio, con miedo de destruir la ilusión de lo que acababa de pasar.
Apoyé la espalda contra la madera unos segundos. Respiré hondo. Me pasé una mano por la nuca y me di cuenta de que estaba transpirando.
"Dioses… me habló."
Me pidió algo. A mí.
Era solo un favor, nada más. Pero para mí… fue como si me hubiera dado las llaves de una parte de su mundo. Y eso… eso me descolocó.
No sabía qué hacer con eso.
Bajé las escaleras más lento de lo usual. Los pies pesados, la mente todavía colgada en esa habitación.
Esa voz suave. Esa mirada que, por primera vez, no estaba llena de miedo. No del todo.
Entré a mi oficina y cerré la puerta con llave. Me dejé caer en la silla frente al escritorio, abrí la computadora y la pantalla se encendió con mi sistema.
Tecleé su nombre. No sé porque no lo hice antes...
Paulina Salazar.
La barra de búsqueda cargó con eficiencia. En segundos, apareció todo.
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