Aníbal
Estaba en el pasillo, apoyado contra la pared, fingiendo revisar mi reloj por décima vez en menos de una hora, cuando Ricardo se me acercó.
Su andar era tan ruidoso como su presencia: pesado, seguro, como si el mundo le debiera algo.
—Te toca noche libre, Rivera —dijo sin rodeos.
Lo miré sin disimular el fastidio.
—Prefiero quedarme. Tengo algunas rondas que...
—No es opcional —me interrumpió—. El jefe fue claro. Cada uno debe salir un día a la semana. Esta noche te toca a ti. No jodas.
Apreté la mandíbula. No tenía ganas de dejar la casa. No después de la última noche libre que tuve hace unos meses...
Flashback
—La señora tuvo un episodio. Ataque de nervios, dicen los médicos. Está internada por su seguridad. Todo está bajo control —me había dicho Pierre sin emoción alguna.
Quise preguntar dónde, con qué médico, en qué clínica, pero sus ojos me desafiaron a hacerlo. Así que asentí en silencio. Y me tragué la rabia. Como tantas otras veces.
Pero si discutía más, iba a levanta