Rocío
El sudor me corría por la espalda, el corazón me golpeaba el pecho como si quisiera salirse, y los gritos...
Dios, los gritos seguían ahí.
No afuera. Adentro. En mi cabeza. En mi garganta.
Volví a tener esa pesadilla.
La noche en que todo cambió. La noche en que mi vida dejó de ser la de una put∆ barata para convertirse en una imitación patética de mi dulce y querida hermana
Era un burdel elegante, o eso decían. Pero un prostíbulo al fin, como los muchos en los que había estado.
Cada semana era un nuevo lugar. A medida que me "ganaba" la confianza de los jefes, que veían lo sumisa que me habían vuelto, me enviaban a burdeles con menos seguridad.
Este, en particular, era un nivel amarillo. Aunque una sonrisa coqueta bastaría para que uno de estos gorilas, me dejara ir a comprar cigarrillos por mí misma.
Las luces rojas, la música baja, los hombres con trajes caros y sonrisas arrogantes me daban asco.
Yo llevaba un vestido apretado, una peluca clara y el maquillaje suficiente