Paulina
—¿Y si jugamos en el patio otra vez? —propuso Sofía con una sonrisa amplia—. A ver si Max puede vencer a Magda en una carrera de carretillas.
Los tres se levantaron de inmediato, incluso Iris, que parecía más animada que en todo el día. La brisa y el sol le habían hecho bien.
—¡Vamos, Max! —dijo Magda, tomando a su hermano de la mano—. Apuesto a que no te animas a correr conmigo de espaldas.
Max se volvió justo antes de cruzar la puerta. Se paró en seco, nos miró, y levantó dos dedos frente a sus ojos. Luego los apuntó hacia nosotros con una mueca seria.
—Los estoy vigilando —dijo como en una película de espías, y salió corriendo detrás de sus hermanas.
Sofía me guiñó un ojo desde la puerta y la cerró con cuidado detrás de ellos.
El silencio fue inmediato.
Maximiliano no tardó ni un segundo en acercarse. Me envolvió en sus brazos como si se hubiese estado ahogando… y yo fuera su oxígeno.
Sus labios encontraron los míos, y me besó con una ternura tan profunda que sentí cómo to