Capítulo 113: El veneno

Lucile

Creían que me habían dejado fuera.

Imbéciles hijos de puta.

Como si fuera tan fácil librarse de mí. Como si fuera una de esas mosquitas que aplastas con la palma y desaparecen.

No.

Yo era veneno.

Persistente. Letal. Y silencioso.

No hacía ruido. No dejaba rastros… solo efectos colaterales.

La pantalla de la laptop que René me consiguió parpadeaba frente a mí, transmitiendo en tiempo real una imagen nítida de la oficina de Maximiliano Salvatore.

El despacho.

Su trono.

Y allí estaba él, sentado como si nada. Tranquilo. Feliz. El muy idiota.

A su lado, su abogado hojeaba papeles con una calma arrogante que siempre me había irritado.

Y, por supuesto, la zorra.

Paulina Salazar.

Reclinada sobre la mesa con expresión serena, como si tuviera todo el derecho del mundo a estar allí. Como si me hubiera borrado por completo de la historia.

Clic. Apreté el puño con tanta fuerza que mis nudillos crujieron.

El video tenía un leve retardo, pero era lo bastante claro.

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