En un mundo donde tener unas curvas pronunciadas es sinónimo de obesidad, Eleonor Rossi vive con el constante hostigamiento de su madre y hermana por su figura, pero trata de que los desprecios de los demás no la afecte, está enamorada y su gran amor la hace feliz. Durante dos años, Eleonor vivió a escondidas, siendo la amante de un hombre al que entregó su corazón ciegamente. Ella alimenta la ilusión de que, un día, él la sacaría de las sombras y la convertiría en su todo. Pero esa fantasía se desmorona cruelmente cuando descubre que él está por casarse… con otra. Y lo peor: le ofrece continuar siendo su secreto mejor guardado. Humillada y rota, Eleonor siente que su mundo se derrumba. Las inseguridades que han sido sembradas por su familia y su propio amante por su físico resurgen con más fuerza que nunca, recordándole que, para algunas personas, ella nunca será suficiente. Es entonces cuando aparece Luca: un hombre marcado por el abandono y atrapado en un matrimonio sin amor, atado a una mujer manipuladora que lo chantajea con lo que más ama: su hija. Luca no busca redención. Solo venganza. Y Eleonor… podría ser su arma perfecta. Pero lo que comienza como una alianza bajo intereses ocultos, pronto se convierte en una conexión intensa, peligrosa, imposible de ignorar. Ambos tienen heridas abiertas. Los dos han sido utilizados. Ambos están cansados de sufrir. Pero en un juego donde el amor se mezcla con la traición, y el deseo con la culpa… ¿Es posible construir algo real sobre las ruinas del pasado? ¿Podrán Eleonor y Luca superar sus problemas personales, construir una relación auténtica? ¿Hay espacio en la vida de Luca para una amante curvy despreciada que lucha día a día con sus propias inseguridades?
Leer másCapítulo 1 Una amante secreta
Eleonor Rossi llegó a casa de su madre con una amplia sonrisa, a pesar de que esta visita no era de su agrado. Hoy se sentía feliz; nada de lo que dijeran su madre o su hermana cambiaría eso, porque esperaba la llegada de Michael. Él era su amante secreto desde hacía dos años y había estado ausente un mes, lo que le pareció una eternidad. Solo iría a verlo desde lejos. ¿Le parecería a Michael una sorpresa maravillosa? Ella pensaba que la sorpresa era fantástica, pero… ¿se lo parecería a Michael? ¿No pasaría nada con ir hasta el aeropuerto y saludarlo? ¿Verdad? Sus planes de encontrarlo en el aeropuerto, le llenaba el estómago de mariposas y la ilusión de verlo la rebasaba, se sintió como una adolescente. Los conflictos financieros de la empresa de Michael habían terminado. Las estrategias de Michael para atraer inversión de grandes capitales habían sido un éxito. En su última llamada le dijo que tenía algo que decirle que cambiaria sus vidas. Ella de inmediato pensó en la propuesta de matrimonio. Seguramente sería eso, pensó emocionada. Recordó el modo en que Michael la sostenía en sus brazos durante esas noches que pasaron juntos, haciéndola sentir menos solitaria, ese era un recordatorio constante de que tenían un vínculo que iba más allá de su situación actual. Sabía que, a pesar de las dificultades que enfrentaban cada uno por su lado, su amor era un refugio donde podía encontrar consuelo y fortaleza. En esos momentos de ternura que vivía con él, se olvidaba de las incesantes críticas de su familia y las inseguridades por su físico, y solo existía el amor que compartían. Dejo de pensar, en cuanto paso por la puerta de la casa de sus padres, Eleonor supo que había cometido un error La visión que contemplo de su madre y hermana sentadas en el sofá, compartiendo sonrisas y conversando tan maravillosamente la lastimo profundamente. Desde que se había mudado, su madre le exigió venir un día a la semana a comer en familia. El rostro de su madre cuando se encontraba con ella por lo general retrataba a una madre decepcionada hasta el extremo por el físico de su hija. Cualquier persona que observara la situación pensaría que ella interpretaba el papel de madre cariñosa que amaba a su hija y solo la estaba aconsejando. Para Eleonor esto no era así. Cada palabra de su madre le recordaba las diferencias entre ellas. Su físico desde pequeña había sido un problema constante, ya que se alejaba de la perfección femenina que su familia tenía en su mente. Cada palabra que le decían su madre y hermana, incluso la indiferencia con que la trataba su padre, sembraba una profunda herida en su corazón. Patricia, su mama al verla llegar, se levantó del sofá, se acercó ella y la miró de arriba abajo con preocupación, deteniéndose en sus senos, visibles a pesar de su ropa ancha. — ¡Llegas tarde! ¿Por lo que veo, no te has tomado el medicamento para bajar de peso que te di? —preguntó, con un tono que no dejaba dudas de que la desaprobaba. —No, mamá. Ese medicamento me causa mareos y ganas de vomitar. Por favor, déjame tranquila —respondió Eleonor, intentando mantener su entusiasmo. Su madre frunció el ceño, como si las palabras de su hija fueran otro desafío. —Es mejor vivir mareada que gorda. ¿Alguna vez has visto una diseñadora de modas gorda? —replicó, y aunque sabía que lo decía por su bien, Eleonor sintió un nudo en el estómago. Suspiró. Tenía una relación complicada con su madre, un tira y afloja de amor y odio. A sus veinticinco años, se preguntaba cómo había llegado a esta edad sin desmoronarse. Por esa razón, Michael era su oasis en medio de la tormenta. Siempre había lidiado con problemas de sobre peso. Con un metro setenta y cinco de estatura, curvas notables y una melena castaña, muchos la describirían como "gorda", pero ella prefería verse como una mujer de contextura robusta. Aunque no lo admitía, la lucha por su autoestima era constante. Su hermana mayor, Cristina, quien seguía sentada en el sofá hojeando una revista, intervino: —Mamá, tienes que darte por vencida; esa gorda es un caso perdido. Te equivocaste de profesión. Con tu aspecto, ¿Cómo puedes ser Diseñadora de Modas? —dijo, riéndose con desprecio mientras la observaba intensamente. — ¿Es un chiste acaso? ¿Te atreviste a salir así? ¿Has intentado mejorar tu apariencia? Con esos tacones y esa ropa tan ancha, te ves incluso peor que antes cuando te ponías esa ropa que mostraba todas tus escandalosas protuberancias. Se te veía tu gigantesco busto y ni que decir de tu gran trasero ¿Cómo piensas atraer a un hombre con tu figura y modo de vestir?—se burló ella con sarcasmo, su hermana siempre disfrutaba molestándola. Eleonor decidió ignorarla. Se miró en el espejo, ajustando su cabello y sonriendo a su reflejo. No permitiría que nada afectara su buen humor. Había pasado la mañana en la peluquería y se había arreglado con esmero. Se encogió de hombros, sabiendo que el almuerzo semanal se había convertido en una carga. Su madre y hermana eran altas y delgadas; ella se parecía más a sus dos tías paternas, que aún se mantenían solteras por elección propia, o al menos eso decían. El almuerzo fue, igual que otras veces, lleno de críticas y su padre, como siempre, estuvo ausente. Cuando terminó, se despidió y salió rápidamente, lista para encontrar al hombre que la hacía sentir viva. Mientras avanzaba hacia el aeropuerto, como siempre que salía de la casa de sus padres, recitaba algunas frases para elevar su autoestima: —Soy fuerte. Soy hermosa. Soy capaz. Me quiero y me aprecio como soy. Aun concentrada, escuchando sus propias afirmaciones, vio por el retrovisor un vehículo de lujo que venía a toda velocidad por la carretera, muy cerca de su automóvil, y sintió que este se le venía encima. Rápidamente, giró el volante hacia la derecha y se orilló, tratando de evitarlo. Tuvo que detenerse, cuidando de no causar un accidente con los otros conductores. Para su sorpresa, el conductor no aminoró la velocidad. El pasajero de la parte de atrás llevaba lentes de sol, bajó el vidrio y sacó el brazo como dándole las gracias por apartarse. — ¡Lo que me faltaba! ¡Un loco! —gritó ella, indignada. Le pareció ver una sonrisa en el rostro del hombre, pero él subió el vidrio de inmediato y se perdió de vista. Estirando el cuello por la ventanilla, le gritó: — ¡Condenado loco! ¡Aprende a conducir! Cuando volvió a poner en marcha su vehículo, ya no se veía el automóvil de lujo. Sin embargo, el incidente le había provocado palpitaciones y estaba temblando; le costó un rato reaccionar. Nerviosa, miró la hora en su reloj de pulsera. Se sintió ansiosa. — ¡Llegaré tarde! —pensó, apremiante. Michael ya habría llegado. Solo iría para verlo desde la distancia. Lo extrañaba mucho y respetaba, aunque no entendía su decisión de mantener en secreto la relación. Llevaba semanas sin él. Esa noche, estaba decidida a no molestarse por nada. Se encontrarían en el pent-house, cenarían, harían el amor y esperaría la noticia que le tenía que comunicar. Quizás era lo que tenía tiempo esperando, Michael y ella podrían reconocer públicamente que estaban juntos. y tenían una relación. Dejo de pensar cuando estuvo en el aeropuerto, una vez allí le costó encontrar un lugar para estacionarse. Un espacio libre a esa hora de la tarde era casi un imposible. Finalmente, lo consiguió y caminó rápidamente hacia la terminal. Apresurada, sintió el dolor en sus pies por los zapatos de tacón alto que había elegido para verse más elegante. En ese momento, deseaba quitárselos y tirarlos lejos. «¿De verdad pensaba que así se vería glamurosa y elegante?» De repente, su corazón se detuvo. Luego, los latidos comenzaron a resonar con fuerza, y sintió un vuelco en el estómago cuando lo vio. Apretó el alfiler con la forma de una Libélula que llevaba en su chaqueta, uno de los pocos regalos que él le había dado. Le fue fácil localizarlo; él venía con varios de sus abogados, dando pasos grandes y apresurados. Algo en su corazón la alertó. Un suave suspiro se le escapó de los labios. No sabía qué, pero tal vez su corazón lo supo antes que su lado más racional. Observó que, agarrada de su brazo, venía una hermosa y sensual mujer. Era una mujer rubia, peinada con un moño perfecto, de cuerpo delgado y elegante, y aun desde la distancia destacaban sus ojos azules como dos brillantes zafiros. Ella lo miraba con interés, casi podría decirse que con admiración y por momentos él la agarraba con la otra mano, dándole pequeños toques con ternura. Algunos periodistas llegaron corriendo y comenzaron a hacer preguntas a ambos. Eleonora alcanzó a escuchar: — ¿Ya están comprometidos? ¿Tienen establecida fecha para la boda? ¿Qué hay de cierto de una fusión entre sus empresas familiares? La sangre se le heló en las venas. En un instante, todo su mundo se tambaleó tras escuchar las preguntas de los reporteros. «¡Maldita sea! ¿Escuche bien? Si él tenía una prometida, entonces ¿Quién soy yo para él?»Capítulo 54 ¿Te gusta él?Un poco más tarde, Luca iba hacia su vehículo, su ropa estaba desordenada, y su cara malhumorada, pero eso a él no le importaba, Eleonor caminaba a su lado mientras él le tocaba en el brazo con preocupación.—¿Estás lastimada?—Yo… estoy bienÉl asintió con la cabeza y siguieron caminando.Eleonor no pudo evitar preguntarle;—¿Estás molesto?Al mismo tiempo que preguntaba, ella miraba hacia todos lados, temiendo encontrarse a Michael de nuevo.Luca parecía haber leído sus pensamientos porque enseguida le respondió con desdén, sin siquiera voltear:—Él no hará nada aquí. Le teme mucho a continuar el escándalo; tiene mucho que perder. —Y tú también tienes mucho que perder —replicó Eleonor, preocupada por su intromisión.La expresión de él fue más molesta.—No soy un pusilánime, no me compares con él.—Yo… lamento todo esto, de verdad que no quise meterte en problemas.Luca se detuvo de golpe, girándose para mirarla. Una sonrisa de pura satisfacción se dibujaba
Capítulo 53 Solo quieres todo lo que ha sido míoLucas llevaba casi diez minutos afuera de la sala privada del Café de Luxe. Diez malditos minutos que se sintieron como una eternidad. Caminaba de un lado a otro, con las manos en los bolsillos, intensificando su impaciencia y el nudo de los celos que le estaba apretando el estómago.Él siguió hasta ese lugar a Eleonor. La muy terca no le hizo caso cuando hablaban por teléfono y le corto la llamada, según ella quería escuchar lo que tenía que decir Michael. No tuvo más que seguirla y usar su influencia allí para que le indicaran donde estaba."¿Qué tanto tienen que hablar? ¿Por qué en una sala privada? ¿Por qué tiene que venir a hablar con ese imbécil?"Se detuvo en seco. Del otro lado de la puerta, algo cambió. El tono de voz de Eleonor, antes tranquilo, se volvió tembloroso, ahogado, casi suplicante.— ¡Suéltame, Michael, te dije que no! ¡Para, por favor!Lucas sintió cómo le hervía la sangre.«No, no… ese desgraciado… es igual a su m
Capítulo 52 ¡Deja a Eleonor!Eleonor se quedó sin palabras. Luca pareció captar sus pensamientos instintivamente, dando en el blanco con una precisión sorprendente.— ¿No lo odias? Entonces, ¿por qué exponerte así? ¿Crees que Michael juega limpio? Para nada. Ese monigote es un niño mimado, no le gusta perder ni siquiera ante una mujer. No está dispuesto a dejarte ir. ¿Puedes entender eso?—Sé que lo hace por venganza, pero debo enfrentarlo. No puedo dejar que maneje mi vida. Esta conversación será definitiva.— ¿Es que no entiendes lo que digo o todavía tienes esperanza con él?— ¡Claro que no, no soy masoquista!—Entonces, si no quieres que él te maneje a su antojo, solo tienes que decirle que no irás a ese punto de encuentro y ya. Si vas, le estás siguiendo el juego.============Al día siguiente, Eleonor llegó puntual al Café De luxe con el corazón latiéndole a mil por hora, sin tomar en cuenta las advertencias de Luca. Ella tenía que ir, ¡Tenía que saber qué se traía Michael entre
Capítulo 51 Confía en mí— ¿No te cansas Michael? No fuiste tú mismo en que metió a mi familia en ese problema. ¿Cómo puedes decir que me quieres salvar ahora o ayudar? Me crees estúpida? Hasta cuando vas a atormentar mi vida. No te da temor que tu esposa se entere de que te has visto con otra mujer. Acaso no temes que yo se lo diga. —Ese lugar pertenece a un amigo y bastante reservado. ¡Me urge hablar contigo, Ellis!, solo quiero ayudarte. Confía en mí esta vez. No tienes por qué amenazarme. —Sería una idiota si vuelvo a confiar en ti—Lo hago por tu bien. Por la relación hermosa que tuvimos… Por favor, cree en mí.============Era muy tarde en la noche, Eleonor decidió llamar a Lucas. Tenía un largo rato caminando en su habitación de un lado a otro. Su respiración era forzada, se sentía agotada y preocupada. Un fuerte dolor la atravesó en el pecho,Gruesas lágrimas surcaban sus mejillas, estaba molesta de que una llamada pusiera su vida patas arriba.— ¡Ese demonio! Hasta cuándo v
Capítulo 50 HablemosCarla, con una frialdad calculada que sorprendió a Luca, cambió su postura, cruzándose de brazos. Su voz sonó más aguda, con un matiz de desafío.— ¿De verdad? ¿Estarías dispuesto a perder la custodia de la niña? ¿Tan seguro estás que te la darán? ¿Te arriesgarías a eso?Luca la miró fijamente, sin parpadear. La tensión en la habitación se volvió casi insoportable.—Peor es tener a la niña en un ambiente tóxico como este —respondió Luca, su voz baja y firme, llena de una resolución inquebrantable—. Nuestra relación va de mal en peor. Esto no es vida para ella, Carla. Ella merece paz, no esta guerra constante entre nosotros.Se acercó a ella, sus ojos clavados en los suyos, sin ceder un ápice.—Y tú, Carla, ¿estarías dispuesta a arriesgarlo todo? Podrías quedarte sin nada. De alguna manera, obtendré la custodia, y si es por las malas, te quedarás sin nada. Dime, ¿estarías dispuesta a quedarte sin nada? ¿A salir de este matrimonio con las manos vacías? Todo por lo q
Capítulo 49 Ya no quiero cuentos de hadasLuca salió del comedor con la niña cargada en sus brazos después de la incómoda cena. En su mente, solo pensaba en que no sabía cuánto tiempo más podría soportar esa situación.La niña seguía tensa y él la llevó a la habitación. Una vez allí, se la entregó a la niñera para que la ayudara a ponerse el pijama.Cuando iba a salir, escuchó la vocecita suplicante que lo llamaba:— ¡Papito! ¡No te vayas, papá! ¡No me dejes sola!Él se giró. La niña lo miraba suplicante con sus ojos húmedos.—Enseguida vuelvo, cariño, voy a esperar a que te cambies de ropa y vengo a leer tu cuento favorito.La niña lo miro con gesto de duda — ¡Me lo prometes!— ¡Claro que sí!— ¡Papá!, ¡No quiero leer el cuento de las hadas!Luca la miro intrigado.—Pensé que te gustaba. ¡Es tu favorito! ¡Me dijiste que querías ese!— ¡No… ya lo pensé mejor! Quiero uno nuevo que me trajo mi mamá.—Está bien. Como digas, cariño, vengo enseguida.Al abrir la puerta observo a Carla a p
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