SANTIAGO CASTAÑEDA
Durante todo el camino intenté contactar a Julia, pero no contestaba. Podía apostar a que estaba con Matthew por lo que me había dicho Liliana, y eso me hacía rabiar. ¡¿Cómo podía volver a caer de esa manera?! Me sentía frustrado, ansioso, con ganas de desviar mi camino y buscar a ese hijo de puta para meterle un par de balazos en la cabeza.
Ya estaba harto de comportarme comprensivo con todo esto.
Llegué a la escuela y toqué con firmeza en la puerta. En cuestión de segundos el encargado me abrió.
—Señor Castañeda —me saludó con cordialidad y respeto, haciéndose a un lado para dejarme pasar.
—¿Dónde está mi hijo? —pregunté sin siquiera voltearlo a ver.
—¡Señor Castañeda! —exclamó la maestra que momentos antes se había comunicado conmigo. Se acercó con mucha familiaridad y cuando notó que no compartía su alegría mantuvo la distancia y se sonrojó—. Me alegra que haya llegado. He seguido intentando comunicarme con su esposa, pero ella no responde. Estoy preocupada…