CARL ROGERS
Alguien había tocado con firmeza en la puerta, poniéndonos a todos alerta. Cuando me asomé con sigilo por la ventana, había una tanqueta del ejército aparcada y un grupo armado, pero en posición de descanso fuera de la casa.
—¿Qué ocurre? —preguntó Matt con voz firme.
—Militares… —susurré sintiendo como el estómago se me encogía y buscando el arma en mi pretina. No había manera de enfrentarlos y estaba seguro de que preguntarían por Santiago. Después de lo que vi en las noticias solo quedarían dos opciones, confesar o esconderlo muy bien.
—¡¿Militares?! —preguntó Rita, pero no parecía angustiada, por el contrario, el rostro se le iluminó de la emoción—. ¡Justo a tiempo!
Corrió hacia la puerta ante mi mirada cargada de escepticismo. Matt intentó alcanzarla, yo ni siquiera me pude mover, estaba congelado. Apenas Matt puso una mano en su hombro cuando ella abrió la puerta, dejándonos ver a un hombre con un uniforme táctico en color negro, por el escudo que lucía era de las f