JULIA RODRÍGUEZ
—¿Me estás echando la culpa? —escuché la voz de Rita saliendo del despacho de Matt, mientras yo sostenía una charola con comida.
Matt no había salido a desayunar, bajo el argumento de que estaba solucionando el ataque cibernético de mi empresa. Me sentí culpable por dejar todo en sus manos, cuando yo bien podía ser capaz de solucionarlo, solo que la cabeza no me daba. Recordé todas esas noches en vela que pasé dentro de su oficina, trabajando juntos, lo satisfactorio que era resolver en equipo los problemas de la empresa. Era de los pocos momentos donde compartíamos un sentimiento de complicidad y dulzura que parecía real durante todo nuestro falso matrimonio.
Me quedé pegada al lado de la puerta, con las manos temblorosas y el corazón acelerado.
—¿Quién más pudo entregarle esas contraseñas y URL a la gente de Julia? —preguntó Matt con tono cansado—. Yo sé que ella no te agrada, pero…
—Tienes razón, no me agrada —contestó Rita con voz firme. Entonces me asomé por la