JULIA RODRÍGUEZ
Llegué a la mansión Grayson con actitud derrotada y en completo silencio. Los sirvientes me ofrecieron una sonrisa tímida, como si me tuvieran lástima. El mayordomo fue el primero en tomar la maleta y arrastrarla escalones arriba, hacia la habitación.
Con la mirada clavada en el piso, decidí avanzar detrás de él, sin decir ni una sola palabra, solo aceptando mi destino y esperando a que los días pasaran rápidamente. En cuanto apoyé la mano sobre el barandal para subir el primer escalón, Matthew me detuvo, tomándome del brazo con firmeza. Cuando volteé, ni siquiera me dio una explicación y me cargó en brazos. Tuve que abrazarme a su cuello para estabilizarme.
Tenerlo tan cerca erizó mi piel. Su loción cosquilleaba en mi nariz mientras él comenzaba a subir las escaleras con calma.