JULIA RODRÍGUEZ
Recorrí los pasillos del hospital con el corazón latiendo por pura necesidad, mientras el nudo en mi garganta se cerraba cada vez más. Mis piernas temblaban y sentía que iba dejando pedazos de mí.
Odiaba esa voz que me pedía que me aferrara a Matt, cuando ya no tenía sentido. ¿Cuántas mujeres en su vida había? ¿Qué significaba ese tatuaje que esa tal Rita y él compartían? Me dolía el pecho y la dignidad.
Me paré frente a mi habitación, dándome cuenta de que el par de hombres no habían regresado a su lugar. ¿Aún estaban persiguiendo a Lily? Empujé la puerta suavemente, siendo lo más silenciosa posible, como si aún pudiera ocultar todo lo que había pasado, entonces me quedé paralizada.
En la cama estaban sentados Santiago y Lily. Él con los brazos cruzados y el ceño fruncido, era la digna imagen de un papá gruñón. A su lado, ella, con las manos en el regazo, el abrigo de Santiago sobre sus hombros y cara de niña regañada, mientras mecía sus pies que no alcanzaban a toc