Anahi Barrientos
Cuando tenia siete años nació mi hermanito Kevin, yo me sentía feliz, extremadamente contenta por su nacimiento hasta que mi papá salió llorando de la sala de parto y supe que algo andaba muy mal. Así fue, mi mamá casi muere desangrada después de tener a mi hermanito. Si bien eso me marco de por vida, lo que más me marco fue ver a mi papá llorar día tras día, mientras mi mamá estaba en coma. Eso fue lo que más me marco, no solo como hermana e hija, si no como mujer. El amor que mi papá sentía por mi mamá era algo que muchas veces pase desapercibido, era algo a lo cual nunca le tome importancia hasta ese entonces, ahí fue cuando me di cuenta de lo mucho que deseaba encontrar un amor así de fuerte. Encontrar a una persona que me ame de la misma manera en la que mi papá amaba a mi mamá, o incluso que me ame mucho más.
Pero la vida no siempre es tan fácil, con el tiempo entendí que quizás estaba pidiendo demasiado al pedir un hombre que en verdad me ame y lo de todo por mi.
Así que me cerré al amor, sabia que no iba a haber nadie a la altura de mis sentimientos, de mis expectativas hasta que apareció el.
El hombre que me hizo sentir que valía la pena arriesgarme, el hombre que con solo mirarme a los ojos hace que me sienta como una niña de nuevo. El hombre que apesar de mis inseguridades siempre encuentra la manera de hacerme sonreír. El me lo dio todo y lo único que tuve que hacer fue tocar la puerta de mi desarreglado y sucio vecino que acababa de convertirse en papá soltero.