Naia
El apartamento se sentía inmenso, frío y desesperadamente vacío. Cada mueble de diseño y cada cuadro en la pared gritaba "lujo" con una sofisticación que me hacía sentir como una intrusa. Caminaba por el pasillo y mis pasos no hacían ruido sobre la alfombra, como si yo misma me estuviera convirtiendo en un fantasma en esta jaula de cristal. Eran las ocho de la noche. El reloj de la sala marcaba los segundos con una precisión que me ponía los pelos de punta.
Sabía lo que vendría. Así que hice lo único que podía para intentar calmar mis nervios tomé un baño.
Fue un baño largo, como no había podido tomar en años, disfrutando del agua caliente sin la prisa de tener que correr al club cerré los ojos, hundiendo mi cuerpo en el agua, pero fue inútil.
Tras mis párpados, no podía dejar de ver esos ojos grises mirándome fijamente, aquella intensidad que ya se había grabado en mi memoria.
Suspiré, tratando de relajar mis músculos. El miedo era una masa pesada en mi estómago, pero había