—¿Divorcio? —Dante Ashworth se quedó atónito, pero solo por un instante. Luego, soltó una risa cortante, llena de desdén, como si el divorcio no fuese una opción—. Karina, ¿qué juego de desinterés ridículo estás tramando? ¿Amenazarme con el divorcio? Te advierto que eso no funciona conmigo y que si quiero te silencio como hago con las personas que atentan contra mi negocio.Dante se recostó en su silla, cruzando los brazos sobre su traje a medida. Para él, Karina era un satélite que giraba inercialmente alrededor de su estatus. El divorcio era un mero berrinche y como todo berrinche, necesitaba unas nalgadas para entrar en razón.—No es una amenaza, Dante —declaró Karina con voz baja y firme, y la quietud de su tono era más aterradora que cualquier grito—. ¡Ya no soporto esto! ¿Para qué me quieres de esposa?Se dirigió al cajón de la mesita auxiliar, lo abrió y sacó el sobre de papel grueso que había sellado durante su noche de insomnio. Con un movimiento deliberado, lo colocó frente
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