—¡Te compré un marido! ¡Mírate en el espejo, Camely! ¿Quién, en su sano juicio, querría a una mujer obesa como tú por voluntad propia? —rugió su hermano Orson, con la voz retumbando por toda la mansión Delmar.Camely, su hermana menor, lo miró en silencio, con los ojos abiertos de par en par. La voz de su hermano cortaba el aire como una hoja afilada, sin piedad.—Es mi última palabra —continuó él, con una sonrisa torcida—. Te casas con Zacarías Andrade, o me olvido de ayudar a tu nana con ese trasplante que tanto necesita. Sabes que, sin mi ayuda, la persona que va a donar no lo hará.Camely sintió el suelo desvanecerse bajo sus pies.Por un instante, creyó que su corazón se detendría. No por la propuesta, sino por la frialdad con que su propio hermano podía usar la vida de alguien que ella amaba como moneda de cambio.Orson Delmar siempre había sido un hombre cruel con ella. No soportaba verla, tal vez porque era la hija ilegítima, la hija de la amante de su padre. Desde pequeños,
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