El amanecer llegó con una brutalidad fría y gris, disolviendo la magia salvaje de la noche.Seraphina estaba temblando. La transición de vuelta a su forma humana no había sido la agonía de huesos rotos de la transformación inicial, pero la había dejado expuesta, vulnerable y desnuda sobre la tierra húmeda del bosque. El frío de la mañana le mordía la piel, pero más cortante era el recuerdo de los lobos de la patrulla gruñéndole, rechazándola.Una sombra cálida cayó sobre ella.Ronan. Ya estaba en su forma humana, aunque Seraphina no había visto el cambio. Se había puesto los pantalones, pero su torso seguía desnudo, una pared de músculos bronceados y cicatrices que parecía desafiar al frío. Se quitó la camisa negra que llevaba en la mano y, con un movimiento fluido y posesivo, la envolvió alrededor de los hombros de ella.La tela olía a él. Bosque húmedo y la sangre de la caza.—No tiembles —ordenó suavemente, abrochando los botones con dedos que, hace horas, eran garras letales—. Ere
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