El pánico se cerró sobre la garganta de Seraphina, robándole el aire. Ignoró el teléfono, llamar a una ambulancia sin dinero ni seguro sería inútil. Todo su universo se redujo al pequeño que temblaba en el suelo.—No, no, no, Hunter. ¡Mírame! ¡Estoy aquí! —su voz se quebró. Se arrodilló a su lado, buscando sostenerlo.Lo giró suavemente de lado, como le habían enseñado las enfermeras, asegurándose de que su cabeza estuviera a salvo. Las convulsiones eran violentas en su frágil cuerpo, un terrible contraste con su quietud habitual.—Resiste, Hunter. Por favor, por favor, resiste... —susurró, con las lágrimas mezclándose con la lluvia en su cabello, y sostuvo su pequeña mano, sintiendo los temblores recorrerlo, contando los segundos como si fueran años. Finalmente, tan bruscamente como había comenzado, el espasmo cesó.El silencio que quedó fue peor. Hunter cayó en la inconsciencia, su cuerpo empapado en un sudor frío. Seraphina acercó su oído a sus labios, sintiendo el más débil de lo
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