El jet privado brillaba bajo el sol frío de la pista privada, blanco con líneas negras, escaleras bajadas como invitación. Hades, alto y ancho, cicatriz en la mejilla, la miró de arriba abajo sin expresión.—Señorita —dijo bajo, tomando las maletas—. Suba.Markus, el piloto, sonrió profesional.—Bienvenida. Vuelo tranquilo a Moscú. Cinco horas.Sofía subió las escaleras despacio, el vestido azul pastel ondeando leve con la brisa. El interior era lujo puro: asientos de cuero crema, mesa de madera fina, champagne enfriándose. Se sentó junto a la ventana, manos en el regazo, corazón latiendo fuerte.Irina se quedó abajo, solo Hades subió con ella, sentándose enfrente, brazos cruzados.—Relájese —dijo—. Órdenes del jefe: cómoda y segura.El jet despegó suave, Nueva York quedando abajo como recuerdo borroso. Sofía miró las nubes, el vestido cayendo perfecto sobre su cuerpo, ocultando marcas, abrazando formas reales. El azul que cosió en secreto, puntada por puntada, mientras Viktor dormía
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