El silencio en el laboratorio era algo pesado, sagrado. Era el silencio de un mundo conteniendo la respiración. Vigo había desaparecido, borrado no por la violencia, sino por una ciencia fría y aterradora que no podíamos comprender. Su pequeño dispositivo negro yacía en el suelo, la promesa de un horror que se sentía demasiado vasto, demasiado ajeno, para procesarlo.Los guerreros de Ronan, una mezcla de leales rescatados y lobos recién liberados, estaban en la entrada, sus rostros una mezcla de asombro y agotamiento sombrío. Habían ganado una batalla que no sabían que estaban librando, salvados por una frecuencia que no entendían. Pero su Alfa estaba allí, y su reina estaba a salvo. Por ahora, eso era suficiente.La mano de Ronan encontró la mía, sus dedos entrelazándose con los míos, un ancla sólida y firme en el mar del caos. No habló. Solo apretó, un solo punto de presión que decía más que cualquier palabra. Estoy aquí. Se acabó.Lyra, con una expresión grave y conocedora, recogió
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