Las palabras que acababa de pronunciar quedaron suspendidas en el aire frío y estéril de la cámara ancestral, una declaración que se sentía a la vez inmensamente poderosa y completamente insensata. La guerra no ha terminado. Apenas comienza. Y esta vez, haremos el primer movimiento.La reacción de Ronan fue una oleada ardiente, física, de furia y miedo que me golpeó, una advertencia más potente que cualquier grito. Se movió en un borrón de velocidad que sentí a través de las vibraciones del suelo, con una intención clara: alejarme de la consola que zumbaba, arrastrarme lejos del camino temerario que había elegido.“No,” dije, no como un grito, sino en un tono bajo y resonante, afilado con el diamante frío de mi determinación. No me giré hacia él. No necesitaba verlo para saber que estaba allí, sus manos suspendidas a centímetros de mis brazos, su aroma convertido en una tormenta caótica de miedo por mí y del instinto Alfa de proteger.“Esta también es mi pelea ahora,” añadí, con los de
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