Valentina pasó el resto de la noche limpiando, un acto de servilismo que era, en realidad, un asalto estratégico. Se centró en la entrada principal y el pasillo que conducía al ala del despacho, puliendo el mármol hasta que reflejó el techo. Quería que Nicolás viera su "devoción" y la atrajera a su fortaleza al amanecer.Su plan funcionó.Cuando el sol apenas asomaba, Nicolás salió de su habitación, con la misma frialdad distante de la tarde anterior. Al verlo, Valentina se inclinó hasta casi tocar el suelo, fingiendo estar agotada. Él no dijo nada sobre la limpieza impecable, pero sus ojos se detuvieron en ella un segundo más de lo habitual.—Entra —ordenó, con una voz desinteresada, refiriéndose al despacho.Valentina entró, sintiendo un escalofrío de anticipación. El despacho no solo estaba inmaculado, sino que Nicolás había dejado estratégicamente desordenado el rincón del bar.—Necesito que ordenes la cristalería y la plata —dijo, señalando un juego de copas y un humidor de plata
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