capitulo 36 Ella la mati

Beatriz sintió que le faltaba el aire, y no solo por la toxina. La traición era absoluta.

—Entonces... tú solo me utilizaste —susurró, con la voz rota.

—Así es —respondió Nicolás, implacable—. Te utilicé para entrar en tu familia. Te utilicé para acceder a tus cuentas. Ahora tengo las pruebas en mis manos. Tengo todo. Pero mi mejor venganza no es la cárcel, Beatriz. Mi mejor venganza es esta: matarte yo mismo y ver cómo la luz se apaga en tus ojos sabiendo que nunca fuiste amada. Que siempre fuiste el enemigo.

Beatriz reunió las últimas fuerzas que le quedaban. Escupió a los pies de él, una mezcla de saliva y sangre.

—Eres un bastardo... —dijo, arrastrando las palabras mientras sus piernas comenzaban a ceder bajo el peso de la parálisis—. Un maldito bastardo.

Pero el tiempo se había acabado.

Abajo, en el vestíbulo, las luces se encendían. Se escuchaban voces apresuradas. El ruido de la disputa había despertado a la servidumbre y a la seguridad.

La situación era crítica.

Nicolás reacci
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