Antonio GuzmánEl vehículo avanzaba con la suavidad habitual, pero dentro de mí cada kilómetro pesaba más que el anterior conforme nos acercábamos. Al fin cobraría un ápice de justicia, pero ¿por qué costaba tanto saborear la venganza?Laura, sentada a mi lado, observaba en silencio por la ventanilla. Sus manos permanecían unidas en el regazo, tensas, y cada tanto exhalaba como si contuviera el aire por demasiado tiempo.Desvié la vista de ella. Intenté concentrarme en los documentos sobre mi portafolio, pero mi mente se negaba a cooperar. Con insolencia volvía, una y otra vez, a lo que ocurrió esa mañana. Ese momento… incómodo.No estaba preparado para el abrazo.De hecho, para nada que implicara contacto.Cuando ella me rodeó con los brazos, movida por la emoción, mi cuerpo se congeló al instante. No por desagrado, sino por desconcierto. Nadie me abrazaba desde… bueno, desde antes de que la palabra hermanos empezara a doler.Me tomó un instante demasiado largo recuperar el control,
Leer más