Capítulo 15

El aire se aligeró tras abandonar la mansión; el temblor de mis piernas se esfumó por completo y los rayos de sol que me habían augurado un buen día volvieron a bañarme.

Sin embargo, aún había algo dentro de mí, como si aquel instante fuera una simple ilusión.

Miré a mi bebé, hundí la nariz entre los pliegues de su mantita para llenarme con el dulce aroma de su piel. Dormía contra mi pecho, con su cabecita apoyada en mi hombro. Sentí su respiración pausada, su calor, su peso real.

Es mío. Por fin lo tengo.

Antonio caminaba unos pasos adelante, serio, con ese andar firme y medido que nunca parecía vacilar. Su figura contrastaba con la inquietud que me recorría el cuerpo.

El chofer sonrió al vernos y abrió la puerta del Mercedes. Antonio se inclinó para ayudarme a acomodar al pequeño

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