Mundo ficciónIniciar sesiónEl sol se colaba por las rendijas de la cortina, cálido y amable. No recordaba la última vez que había dormido tanto. Ni que el amanecer me pareciera un buen día.
Miré el techo largo rato, respirando despacio. Andrea seguro se encargaba del desayuno; escuché voces y el tintinear de cubiertos desde la cocina. Por un instante, imaginé que esa era mi vida: una casa tranquila, el olor a café recién hecho y mi hijo durmiendo en una habitación cercana.
La ilusión duró segundos, pero fue suficiente para hacerme sonreír antes de que el corazón me doliera otra vez.
Decidí levantarme, asearme y traté de domar mi cabello con los dedos. Cuando salí de la habitación, Andrea ayudaba a su pequeño Patito a terminar el pan con mermelada.
—¡Buenos días, dormilona! —saludó con su sonrisa de siempre—. No te imaginé durmiendo hasta tan tarde.
—Perdón. Creo que mi cuerpo se rindió —respondí—. Por primera vez no tuve pesadillas.
Andrea dejó el cuchillo sobre la me







