30. Pensé que te gustaría verlo
El aire entre nosotros era tan magnético que, sin quererlo, me atrajo a él. Nuestras miradas se sostenían. Él mantenía su mano erguida, esperando a que le tomara la mano. Lo miré por unos segundos que parecieron eternos y, con una lentitud ligera, tomé su mano. Dante miró mi mano, siguió el camino de mi brazo hacia mi rostro. Se posó en mis labios, los cuales comenzaron a quemar. Exhalé con ligereza, como si tuviese una piedra difícil de digerir. Su dedo pulgar acarició mi mano enviando diferentes descargas. El calor, su olor y la luz que brillaba como nunca. Como si hubiera una magia que nos envolvía, comenzaba a arrastrarme a él. Mi cuerpo bajaba, Dante se acercaba como podía. Su otra mano llevó su dedo hacia mi mentón, se acomodaba y, tras unos segundos, me acercó más a él. Las palpitaciones de mi corazón vibraban de una manera estrepitosa. Nuestros labios se acercaron a un punto donde podía sentir su respiración en ellos. Sabía que estaba mal, aun así deseaba eso, que se concreta
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