25. Piénsalo esta noche
El ambiente se había vuelto tan tenso que era irrespirable. Mis manos se tornaron un puño llevando toda la rabia y el odio en apretarlo. Una risa comenzó a invadir mis labios, no por burla sino por no creer que él era así de despiadado. No imaginaba que alguien pudiera vivir de esa manera sin querer a sus hijos. Mi madre nos adoraba, Estrella mataba por su hijo, y yo, lo haría igual sin pensarlo.
Aquel hombre sentado en su silla de ruedas parecía un rey de las tinieblas sin emociones ni sentimientos. Sin quererlo, lo comparé con mi padre. Ese que nos abandonó simplemente porque “no quería tener hijos”, terminando con una amante de turno. Comenzaba a reírme de manera amarga. Era una risa sin nada de humor, con una burla contenida. Por un momento, mi cerebro me gritaba:
¿En verdad creías que peleaba por Edward porque le importaba?
Estrella siempre me lo había advertido: no dejarlo tener a su hijo, no dejar que lo llevara. Mi risa con desdén pareció incomodarle pues, a pesar de no decir n