29. Por un año
—Signorina (Señorita), por favor, no puede sacar eso.
—¿Por qué? Si voy a vivir aquí, acomodaré todo a mi gusto —me encogí de hombros.
Paolo hablaba desde los nervios. A pesar de que había pedido estrictamente sacar unos muebles que se veían exageradamente caros, los puse en venta. ¿Mi plan? Mandar ese dinero para donaciones. Saqué varias estatuas que eran exageradamente hermosas, pero los bordes eran un peligro. Una persona que tuviera un hijo pequeño sabía que ese estilo de muebles era la causa de cortes y moretones.
Mattias se había quedado a mi lado, como un amigo que me ayudaba en la traducción con las llamadas. Era insano: con solo decir “Quiero remodelar la casa de Dante Ferrari”, los muebles aparecían casi por arte de magia. Había ordenado unos muebles para darle vida. Se notaba que esta casa era su esencia, pues predominaban los negros, ligeros blancos y grises.
¿Quería mantenerme encerrada? Iba a obligarlo a repensárselo.
Ordené muebles en tonos cremas y ligeros, ambos, para