Inicio / Hombre lobo / El deseo del alfa Rod |HDD #1 / Capítulo 2: El aroma del "Destino".
Capítulo 2: El aroma del "Destino".

«Joder,» pensó Rod. Su estómago giró y un tirón agradable lo estremeció de pies a cabeza. La mujer frente a sus ojos lo observaba en silencio y Rod sólo tenía un pensamiento.

La quería.

Era un deseo primitivo y loco que ni siquiera tenía sentido y aún así calentaba sus venas. Rod estaba a nada de volverse loco.

«Compañera,» gruñó su lobo y las fosas nasales de Rod se ampliaron embriagado por el aroma que ella desprendía.

Ella era hermosa. Su sonrisa era amplia y brillante. Y... Olía delicioso. Como a galletas recién horneadas y una dulce y caliente taza de chocolate en invierno.

«¡Compañera! ¡Compañera!»

Rod nunca había oído a Koa tan exitado. Era como si le hubieran dado demasiados estimulantes a un adulto cachondo y ahora estuviera todo loco al respecto.

—Lamento el desorden —Su voz era divertida y dulce—. Me dijeron que no podía ver al alfa sin cita previa, y no tengo el tiempo suficiente para eso.

Rod se cruzó de brazos.

—¿Y armar un desastre te pareció una buena idea?

Ella sonrió y caminó hacia él. Apenas un par de pasos pero lo suficiente para tenerlo vibrando de pies a cabeza.

—Funcionó para mí.

Bueno, tenía un punto.

Rod dio un paso y se detuvo, como un carro viejo y oxidado que olvidó como andar. «¡Es ella!» su lobo movió la cola. Koa sacó la lengua y saltó alrededor de la mente de Rod como un cachorro con mucha energía,«¡Es ella! ¡Es ella!»

—Maldita bruja —El gruñido barrió la garganta de Mika y sacó a Rod de su mente. El hombre rubio era una furia, levantándose del suelo y listo para embestir a la mujer—. Te voy a matar.

Ella apenas giró a ver a Mika.

—Estoy esperando, perro —no había miedo, parecía tan malditamente tranquila al hablar. Su postura suave bailaba en esos zapatos altos de tacón y un vestido negro.

Pero Rod no estaba en esa m****a. Nadie le tocaría un pelo. Solo él y para cosas que ella definitivamente disfrutaría.

—Cuidado Mika —advirtió con ojos brillantes. Su lobo quería salir. El animal estaba listo para arrancar la garganta de Mika si daba un paso más cerca de su mate.

Oh, por todos los dioses. Él estaba tan, tan jodido.

—Pero alfa, ella es una intrusa. Mi lobo...

—He dicho que no, Mika. Es una orden.

Rod apenas miró a su ejecutor. El hombre estaba más avergonzado que furioso. Mika era un lobo adulto, corpulento y malditamente aterrador, todo cuero y cuchillos. Verse en esa situación estaba matando su orgullo y el de su lobo.

Entonces, el alfa respiró profundo y sus sentidos se llenaron de ella nuevamente.

Bajando las escaleras, Rod sentía que su mundo iba en cámara lenta, como si todo fuera demasiado para él. Que esos ojos, dorados como el oro y el sol, podían ver a través de su piel y llegar a lo profundo de su alma.

Había algo ahí, un reconocimiento que lograba entender del todo.

«¡Es mía! ¡Es nuestra, Rod!»

—¿Quién eres? —su voz fue apenas un susurro, abrumado por su lobo y las propias emociones que recorrían su cuerpo.

¿Podrían culparlo? Rod ya tenía cincuenta y seis malditos años.

Apenas nada para un cambiaforma, pero él era alfa de Moon Valley desde los dieciocho. Un alfa nacido.

Su lobo estaba loco y lo tenía hasta lo último.

La necesidad era latente y aún así, él se negaba a tener a cualquiera que no fuera su mate. Incluso si eso poco a poco lo volvía más irritable e impredecible.

Pero entonces, aquí estaba ella. Finalmente.

Y Rod tenía, no. Él necesitaba acercarse, poner la nariz en el cuello de esa mujer y olfatear su aroma de cerca.

Abrazarla y... Sus ojos fueron directo a los labios carnosos y pintados con brillo labial. Besarla y frotarse contra ella.

Rod estaba tan jodido.

—Mi nombre es Imara Selwyn —Ella ladeó el rostro y extendió una mano en su dirección—. Tú debes ser el alfa Rod Morwood. Tu reputación te precede.

—¿Es así?

—Desde una punta a otra. Todos conocen al líder de Moon Valley. Algunos por su poder y otros por... —Imara lo miró de arriba hacia abajo. Ella parecía lista para devorarlo—. Eres un hombre atractivo.

Rod sonrió con satisfacción, correspondiendo el gesto. Un apretón que envió todo tipo de sensaciones deliciosas por su cuerpo.

—Viniendo de ti es un placer.

Pero Imara no se movió, tirando del alfa con una facilidad impresionante y susurrando en su oído.

—¿Te parece si hablamos en otro lugar?

Rod, ligeramente aturdido por la aparente fuerza de la chica, la miró atentamente. Una ceja espesa y rubia subió con desconfianza.

—¿Por qué debería?

—Porque lo deseas tanto como yo.

Imara sonrió, brillante y hermoso. Sus ojos dorados se clavaron en lo profundo del pecho de Rod. No había nada más que diversión y reconocimiento en sus ojos.

—Compañero.

Y Rod hubiera querido ser lo suficiente fuerte para negarse, pero a estas alturas, le era imposible.

✧ᕦ۝ᕤ✧

—Entonces... —comenzó Brad desde la esquina de la cabaña. Grande, espaciosa e iluminada. Era hermosa, toda madera y piedra, bien equipada y con dos pisos en los que se distribuía toda la edificación—. ¿Eres una bruja?

Imara miró a su hermano menor con una sonrisa, pero de esas que parecen estarse divierto mucho al respecto.

—Lo soy —aceptó—. ¿Y ahora qué?

Ella levantó una pierna y la cruzó sobre la otra, recostada en el sofá bajo la atenta mirada de todos y toda su atención en Rod.

Y él se encontró necesitando dos cosas:

La primera: que su lobo se tranquilizara un poco. La segunda: que su mate dejara de provocarlo.

Porque ella malditamente lo estaba haciendo.

Rod podría fingir tranquilidad y que no estaba lo suficiente alterado, pero la realidad era que estaba perdiendo su m****a miserablemente.

—Dime tú —Rod sonrió—. Interrumpiste en mi manada y provocaste a uno de mis centinelas. Si alguien debe estar soltando toda la información, eres tú. ¿No es así, señorita Selwyn?

Ella no cambió su expresión. Para estar por su cuenta en una habitación llena de lobos estaba tan fresca como una flor en primavera. Y Rod se sintió extrañamente emocionado.

Su mate podría ser muy poderosa o muy tonta, y esperaba que fuera la primera.

Rod había oído del llamado de apareamiento y todo eso, pero sentirlo era algo totalmente distinto.

Hasta hace unos minutos no conocía a esta mujer y ahora no podía pensar en otra cosa que no fuera hacerla suya de todas las formas posibles.

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