En la pantalla, el médico vio otra figura. Otra bolsita. Otro pequeño parpadeo luminoso.—Señora Yailes, no se asuste —dijo el médico con una sonrisa suave—. Son dos. Dos corazones.Activó el audio, y el consultorio se llenó de dos ritmos distintos, dos velocidades, dos vidas que latían al mismo tiempo, una sincrónica y otra un poco más acelerada.Mía sintió cómo el mundo entero se movía, aunque seguía acostada.—¿Dos? —susurró, con la voz quebrada.—Sí. Tiene un embarazo gemelar. Ambos parecen bien. Es demasiado temprano para saber más, pero sus corazones laten fuerte.“Corazones.” “Dos.”Mía sintió un nudo en la garganta tan grande que apenas pudo tragar. Sus ojos ardieron. La imagen de Aria —su hermana, doblada sobre sí misma, sus gritos en el hospital, los brazos vacíos— le golpeó la cabeza con violencia.Vino a su memoria el llanto doloroso de Aria cuando le entregaron el cuerpo inerte de su bebé. Su propia frase: “Si pudiera retroceder el tiempo y hacer algo, lo haría.”Y ah
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