—¿Está el señor? —preguntó una voz femenina, haciendo que Diana, la secretaria de Alejandro Herrera Cruz, levantara la vista de inmediato.La mujer que ahora se encontraba frente a ella era, sin duda, hermosa. Pero ni siquiera esa belleza podía despertar en Diana un ápice de simpatía.De nada sirve ser bonita —pensó con desdén— si lo que haces es destruir el hogar de otra mujer.Por un instante quiso decir que su jefe estaba ocupado, pero el mensaje que Alejandro le había dado hacía media hora seguía resonando en su mente:“Di, si Camila viene a buscarme, déjala pasar de inmediato. Cancela las reuniones que tenga después.”Diana no se atrevía a contradecir una orden directa de Alejandro, sobre todo cuando usaba ese tono.—Sí, señorita. Pase directamente, el señor la está esperando —respondió con una sonrisa forzada.Sin dar las gracias, la mujer de cabello rojo oscuro atravesó la oficina dejando tras de sí una estela de perfume caro. Diana soltó un leve chasquido con la lengua, frustr
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