CAPÍTULO 8
Valentina llevaba una túnica rosa pálido hasta la pantorrilla con zapatos de suela baja. Su cabello estaba suelto, adornado con una pequeña pinza en el lado izquierdo. Peni la maquilló sutilmente, dándole solo un ligero color a sus labios, según la petición de Valentina de no ser llamativa. Con el bastón en mano, bajó las escaleras lentamente, con Peni a su lado.

—¿Quiere que la acompañe? —preguntó Peni con cautela, por segunda vez, sin haber recibido respuesta antes. Su responsabilidad era clara: cuidar de Valentina durante su recuperación.

—No hace falta. Iré con Elena —respondió Valentina, con una sonrisa brillante. —Tú descansa. Sé que debes estar cansada de vigilarme.

A Peni en realidad no le importaba. Vigilar a Valentina era agotador, pero en el último mes... su señora había cambiado. Sus emociones se habían estabilizado. Su voz ya no era áspera. Seguía las instrucciones para comer, practicaba con el bastón y hacía terapia regularmente. Ya no se autodestruía como antes.

Un cambi
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