El salón del Grand Royal seguía brillando bajo su lluvia de luces doradas, el murmullo de los invitados creciendo y menguando como un mar caprichoso. Pero para Greeicy, la noche había cambiado de ritmo. Tras el intercambio con Greta, decidió retirarse con Valentina y Dylan a casa. La música y el calor de las miradas curiosas aún se sentía sobre su espalda como brasas encendidas.En el auto. Valentina, con el lazo azul de su vestido jugando como una nota tierna contra el ambiente cargado de perfumes caros, descansaba tranquila, apoyada en el hombro de Greeicy. Dylan se mantenía a su lado, protector y callado, como una sombra sólida entre tanto brillo.Pero no todos encontraron la calma esa noche.En el corazón de la fiesta, Juana seguía observando con atención. Su vestido, elegante pero sobrio, parecía absorber la luz en lugar de devolverla. Había aceptado la invitación por Greeicy, no por ella. Su lugar en aquella gala era incómodo, casi como si caminara sobre un suelo de cristal que
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