El sol apenas asomaba sobre el horizonte, tiñendo la habitación de un dorado suave. Todo estaba en silencio, salvo la calma respiración de Zeynep, quien dormía profundamente, envuelta en una manta de sueños inquietos. De pronto, una sensación cálida, un peso familiar sobre su cintura, la hizo abrir los ojos. Tardó unos segundos en darse cuenta: Kerim la estaba abrazando.Se quedó inmóvil, observando la mano de Kerim que descansaba sobre su costado, su respiración pausada, el cabello revuelto sobre la almohada. Experimentó una extraña mezcla de nostalgia y desasosiego. Cerró los ojos un instante, como si quisiera retener ese momento de cercanía inesperada, aunque fuera solo un espejismo. Pero pronto la realidad la apremió: debía levantarse. Con sumo cuidado, acarició la mano de Kerim y comenzó a levantarla, tratando de no despertarlo.No tuvo suerte. Kerim, aún entre sueños, murmuró con voz ronca y adormilada:—¿Qué sucede? ¿Por qué me tocas?Zeynep se giró para mirarlo, el ceño frunci
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