Apenas cruzamos el portón, Eiden me detuvo. Puso una mano firme en mi abdomen.—No des un paso más —dijo.Me quedé quieta. —¿Por qué?—Hay lobos en el bosque.Fruncí el ceño. —¿Estás seguro?—Sí. Escúchalos.Inhalé despacio. El aire se sentía diferente. Era un olor que no podía confundir. Eiden tenía razón. Había movimiento entre los árboles, cerca, demasiado cerca.—Tienes razón —dije.Él avanzó un paso, atento a cada sonido. Yo miré hacia el bosque. Las sombras se movían, ligeras, rápidas. Un ruido seco rompió el silencio.Entonces, lo vi.De entre los troncos salió Daren. Mi respiración se detuvo.Era imponente. Sus ojos, tan oscuros como la noche, no mostraban emoción. El rostro duro, la mandíbula marcada, y el cuerpo firme, tenso, como si estuviera hecho para el combate. Sus brazos eran fuertes, y cerca de las muñecas se notaban las venas gruesas, tensas, visibles incluso a la distancia.Vestía de negro. La ropa era de combate, gruesa, con correas, botas altas y gua
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