El camino terminó en una colina nevada. El coche se detuvo frente a una casa vieja, de piedra oscura, con ventanas pequeñas y una puerta de hierro oxidado. El aire olía a humo de leña y a algo más… algo antiguo.Eiden bajó primero, con la mirada fija en el edificio. Reyk y Leo lo siguieron, ayudando a Lucian, que apenas podía mantenerse en pie. Yo me quedé unos segundos dentro del coche, observando el lugar. Tenía la sensación de haber llegado a un sitio que no quería recibirnos.—Vamos —dijo Eiden, abriendo la puerta para mí.Bajé, con las piernas entumecidas. Cada paso era una lucha. Lucian gemía en silencio. Su piel seguía gris, las venas oscuras subiendo por el cuello.Antes de que pudiéramos tocar la puerta, esta se abrió sola. Una mujer salió. Llevaba una túnica gris y una máscara del mismo color que le cubría casi todo el rostro, salvo los labios. Su voz fue áspera, pero firme:—Llegaron tarde.Eiden caminó hacia ella y, sin pensarlo, la abrazó. Yo me quedé quieta, obse
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