Cuando Trish tocó la puerta y me dijo que ya era medianoche, no me moví de inmediato.
Había pasado los ultimos minutos mirando la ventana abierta, tratando de entender qué sentido tenía todo.
Lucian se había ido, Daren sabía más de lo que mostraba, y yo me sentía más prisionera que nunca.
Veer era un traidor al igual que mi madrastra. Ya no tengo en quien confiar. No se si Eiden, Reyk, Leo y Deer estan con vida. Siete hermanos. Dos traidores. Uno desaparecido.
Nada tiene sentido para mi.
—Debe vestirse —dijo Trish, con voz baja.
Sobre la cama estaba el vestido dorado que habían dejado antes.
Era largo, de tela fina, con un brillo tenue.
A su lado, unas sandalias tipo gladiadoras, cómodas, elegantes.
—¿Otra ceremonia? —pregunté.
—La fiesta —respondió—. La celebración de su boda.
Me reí sin ganas.
—¿A las doce de la noche?
Trish no respondió.
Solo me ayudó a colocar el vestido y a soltarme el cabello.
Cayó sobre mis hombros como una cortina oscura.
El flequillo me cubría la cicatriz.