El sonido metálico del timbre del ascensor anunció su llegada al piso veinticuatro. El corazón de Vecka dio un pequeño salto, y el leve cosquilleo en su estómago se transformó en una punzada de ansiedad. Durante los demás días siguiente al regalo no había tenido ningún contacto con Xylos Blackwood, y aunque había intentado convencerse de que su regreso sería sencillo, algo dentro de ella sabía que no sería así. Aquel ding se prolongó en el silencio del pasillo cuando las puertas se abrieron.
Un aire frío escapó del ascensor, rozándole el rostro. Dio un paso adelante, ajustándose la blusa blanca bajo el saco gris. Llevaba el cabello recogido en un moño bajo, con mechones rubios sueltos que se rebelaban contra la formalidad. Su bolso colgaba del antebrazo con un peso que parecía duplicarse a cada paso.
Su vista fue hasta las paredes de cristal, los cuadros abstractos en tonos neutros, y el murmullo distante de teclados golpeando al ritmo de la jornada. Todo le resultaba familiar y, a