Las luces del nuevo amanecer se filtraban por los ventanales de cristal, tiñendo la habitación con una luz dorada y suave, Vecka dormía aún, envuelta en las sábanas, su respiración pausada era lo único que rompía el silencio del aposento. Un golpe suave en la puerta la hizo girar, despertando lentamente. Parpadeó varias veces antes de murmurar un “adelante”, con voz adormecida. No entendía como podía sentirse tan relajada ante una situación como esa, sin embargo, la explicación era simple, ella estaba durmiendo en el aposento del alfa, rodeada de su olor, y sus cosas, lo que la hace sentirse segura. La puerta se abrió con un suave crujido, y la cabeza de Polaris apareció entre el marco, su cabello negro brillando bajo la luz del sol. —Buenos días, luna dormilona —canturreó con una sonrisa radiante—. Espero que te guste el desayuno, lo preparé yo misma. Empujó un carrito cubierto con una bandeja llena de platos: panecillos calientes, frutas frescas, miel, y algo que olía deliciosam
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