Richard vaciló. Maelik los miraba de reojo, desconfiado, pero estaba demasiado centrado en Raven como para interrumpir. Y, contra toda lógica, Richard aceptó.Lionel lo jaló a la pista sin darle tiempo de arrepentirse. La música cambió a un tecno latino mezclado con funk brasileño. Lionel lo guió con naturalidad, moviéndose con gracia, riendo, dándole vueltas. Richard al inicio estaba rígido, torpe, como si tuviera un libro en la mano.—Relájate, cerebrito —susurró Lionel cerca de su oído—. Nadie te está evaluando aquí.Richard sintió un escalofrío y bajó la mirada, pero empezó a seguir el ritmo, poco a poco soltándose. Lionel reía cada vez que lo veía mejorar un paso, y ese sonido, tan libre, lo atrapaba más de lo que quería admitir.De vuelta en la barra, Raven miraba sorprendido cómo su hermano menor —el siempre rígido, siempre aburrido y maldaoso— bailaba con el Omega de 29 años como si lo hubieran hipnotizado.—Parece que tu hermanito no es tan difícil de domar. Solo bastó con un
Leer más