Harper despertó con un sobresalto, la cabeza todavía apoyada en la almohada. El sol, ahora alto en el cielo, inundaba la habitación con una luz brutalmente brillante, y el recuerdo de las manos de Damon recorriéndola, de su roce, de la chispa eléctrica que los unía, la hizo sentir un escalofrío.Se levantó, sintiendo el dolor en su tobillo. La venda, que Damon había puesto, era una prueba de su ternura. Y la ternura, para Harper, era un arma de doble filo, le daba algo de seguridad, pero también la hacía sentir vulnerable. Y la vulnerabilidad era algo que ella, con el corazón roto y el alma herida, no podía permitirse.Salió de la habitación, el recuerdo de la bofetada que le había dado a Damon resonó en su mente. Se sentía culpable, había desconocido en ese momento que él estaba drogado y no era dueño de sus acciones.Debió saberlo, porque lo de la noche anterior, había sido diferente. Prueba de que él no era el tipo de hombre que había pensado antes.Algo en sus recuerdos la asaltó
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