Capítulo 3. Un trato con el diablo
—Bienvenida—, dijo Félix cuando la limusina finalmente llegó a la mansión Lancer. Ximena levantó la mirada para ver esa gigantesca mansión que ahora sería su nueva prisión. Ella no era libre, solo había cambiado una celda fría por una más cómoda. —Te voy a dejar las reglas claras desde el primer día—, dijo Félix—, Número 1: No puedes salir sin mi permiso. Número 2: Te pondrás la ropa que yo diga, cuando yo diga, y como yo diga. Y número 3: Tienes que sonreír siempre. Ximena arqueó las cejas y frunció el ceño sin decir una sola palabra. —¿Entendiste?—, preguntó Félix. —Si... Félix la tomó de cabello y le dijo con rabia: —A partir de hoy te vas a referir a mí como “señor”, ¿Entendiste bien? —Si, si... Señor. Ximena estaba muy asustada. Pero, nada le asustaba más que volver a esa prisión en dónde había sufrido tanto. —Perfecto. Ahora solo sonríe y saluda a todos, como si fuera el día más feliz de tu miserable vida—, ordenó Félix. Decenas de empleados de la mansión se habían co
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