—¡Abigail! ¿Te has vuelto completamente loca?—, reclamó Félix muy sorprendido al igual que Fernando. Ximena veía como su vestido perfecto había quedado arruinado por el champagne y la envidia de Abigail. Su labio comenzó a temblar y sus ojos se cristalizaron rápidamente. No quería llorar delante de Abigail, ella odiaba parecer débil, pero en ese momento no había fuerza en su rostro. —¿Me lo preguntas a mi?—, respondió Abigail enfrentando a Félix—, Deberías preguntarte a ti mismo que diablos estás haciendo. —Ximena no ha hecho nada malo—, exclamó Fernando. —Tú ni hables—, dijo Abigail de inmediato—, ¿Qué diría papá si los viera babeando por una esposa trofeo? ¿Se les olvida que esas mujeres son solo un instrumento para extender la dinastía Lancer? Ximena bajó la cabeza totalmente sumina y salió caminando del salón con lágrimas en sus ojos. —¡Ximena!—, exclamó Félix tratando de detener a su esposa. —No te preocupes. Yo voy por ella—, dijo Fernando y fue rápidamente para alcanzar

Félix, Fernando y Ximena caminaron hasta el balcón principal de la empresa y desde allí podían ver a todo el personal directamente a la cara. Era el lugar perfecto para dar un discurso, y fue por eso que Félix había mandado a reunir a todos sus trabajadores. Lo extraño es que también todas sus trabajadoras estaban paradas frente a los hombres haciendo una formación. Ximena estaba confundida y no entendía nada de lo que pasaba. Félix era una persona muy difícil de predecir. Nunca sabías con que te podía sorprender en cualquier momento. Facundo Lancer apareció de la nada y se unió a ellos en ese balcón desde donde podían ver toda la empresa y sus trabajadores. —Queridos trabajadores de GIGA CORPORATION. Los he reunido hoy por dos cosas muy importantes—, dijo Félix frente a todos sus empleados—, La primera es que quiero felicitarlos por el gran incremento en los números del último mes. Hemos crecido un 3% y eso nos coloca en el top 5 de las mejores empresas del país. Los aplausos y g

—¡En mi oficina no! ¡No te lo voy a permitir!—, gritó Fernando tomando la muñeca de Félix. Félix agitó su brazo con fuerza y se soltó de la mano de su hermano.—Y yo te prohíbo que te metas en mis asuntos íntimos—, amenazó Félix señalando con su dedo. Fernando hizo silencio. No tenía palabras que decir, pero no dejaría que Félix le hiciera daño a Ximena. —¡Toma tus cosas!—, dijo Félix dirigiéndose a Ximena—, Volvemos a la mansión Lancer ahora mismo. Félix salió muy enojado de la oficina de su hermano, y Ximena levantó el traje de Fernando del piso y se lo entregó en las manos. —Te lo agradezco mucho, Fernando. Pero, es hora de que dejes de defenderme, o terminarás teniendo un problema serio con Félix—, dijo Ximena antes de salir rápidamente de la oficina para seguir el paso de Félix. Fernando se quedó solo en su oficina y muy molesto por lo que había pasado. Y ese capuchino expreso que había buscado, se quedó enfriándose sobre la mesa del escritorio. Félix Lancer llegó al estac

Alguien comenzó a golpear la puerta de la habitación desde afuera. Había alguien en el pasillo queriendo entrar en la alcoba. Ximena sintió que su corazón se iba a salir de su pecho debido al susto tan grande que ese ruido le había provocado. Cerró ese cajón rápidamente con el miedo de que se pudiera tratar de Félix.—¿Quién está allí? ¿Qué quieres? Hubo unos segundos de silencio y luego se escuchó la voz de Fernando desde el otro lado de la puerta. —Ximena...—¿Fernando? ¿Qué haces aquí? ¿Estás loco? Félix te va a matar si te encuentra tocando a mi puerta. —Necesito hablar con alguien, Ximena. De verdad lo necesito—, suplicó Fernando con la frente apoyada contra la madera de la puerta. —No puedo abrir la puerta, Fernando. Es muy peligroso. Félix podría llegar en cualquier momento—, dijo Ximena muy nerviosa. —¿Nunca has sentido que estás terriblemente solo a pesar de que estás rodeado de muchas personas?Ximena de inmediato tuvo un recuerdo en forma de flashback. Una imagen fuga

Ximena estaba arrodillada frente al retrete del segundo baño que limpiaba. Sentía calambres en sus dedos debido a todo el tiempo que había pasado frotando esa esponja contra el piso, la tina, y las paredes. Había frotado tan fuerte que los guantes de látex que protegían sus manos terminaron rompiéndose a la mitad. —Súper resistentes—, leyó en la etiqueta del guante—, Si, como no—, expresó con sarcasmo, mientras se quitaba esos guantes para arrojarlos a la basura. Se asomó por la ventana y vio algo que le llamó la atención de inmediato. Fernando caminaba directamente a la limusina acompañado de varios trabajadores de servicio que cargaban sus maletas y las subían al vehículo, mientras que el chófer privado le abría la puerta para que él pudiera subir sin problemas. —Por favor, llévame al aeropuerto—, indicó Fernando al chófer. —De inmediato, señor Fernando—, respondió el chófer haciendo una pequeña reverencia. Y fue entonces cuando ocurrió algo muy extraño. Ximena comenzó a fant