Ximena debía llorar en silencio para no molestar el sueño de las reclusas que dormían junto a ella. Debía callar su llanto con la mano, cuando en realidad lo que quería era gritar hasta quedarse sin voz. El amor de su vida había muerto, y ahora ella estaba allí encerrada y sola en el mundo.
Adelina no descansaba. Llegó muy temprano a la celda de Ximena para cumplir con ese trabajo que le gustaba tanto.
—Hora del baño.
Adelina golpeaba las rejas con su garrote para causar ruido dentro de la celda.
Todas las reclusas se levantaron, a pesar de que eran aproximadamente las 5 de la mañana, y el frío aún podía sentirse muy fuerte.
—¡Ustedes no! ¡Solo ella!—, gritó Adelina.
Pero, Ximena seguía tirada sobre su cama sin intención de levantarse.
—¿No me escuchaste?—, Adelina golpeó la celda aún más fuerte.
Sin embargo, Ximena seguía sin responder.
—Entren y tráigame a esa imbécil—, ordenó.
Tres mujeres guardias entraron en la celda y sacaron a Ximena arrastrando, como si fuera un cadáver. Había perdido las ganas de seguir viviendo.
Adelina disfrutaba con una sonrisa en sus labios, mientras que rociaba esa agua fría sobre el cuerpo de Ximena. Al mismo tiempo que Ximena abrazaba su vientre, como si se estuviera aferrando a la única razón que le quedaba para seguir luchando dentro de ese infierno.
Los meses siguieron pasando y los abusos y humillaciones no cesaron, a pesar de que ya era muy evidente el embarazo de Ximena.
Esa mañana escuchó los golpes en la reja y supo que le tocaba el baño nuevamente. Sin embargo, esta vez fue diferente.
—El jefe quiere verte—, dijo Adelina.
—Yo no tengo jefe—, respondió Ximena.
—No te hagas la estúpida. No estoy de ánimo para ésto.
—Ya te dije que no veré a nadie.
Adelina abrió la reja rápidamente y entró en la celda para amenazar a Ximena con el garrote.
—¿Crees que tendré piedad contigo solo por estar embarazada?—, preguntó.
—Félix no es mi jefe—, dijo Ximena con rabia.
—Es mi jefe, es el jefe de la policía, es el jefe de la ciudad, es el jefe de todos. Tú le perteneces, aunque te duela admitirlo—, dijo Adelina—, Ahora vístete y prepárate para verlo.
Ximena obedeció, pero su rabia se podía ver fácilmente en su rostro.
En cuestión de media hora estaba de regreso en ese gigantesco edificio conocido como GIGA CORPORATION.
—Solamente mírate. 6 meses en prisión y pareces una indigente. Solo imagina cómo te verás dentro de 15 años—, dijo Félix al verla entrar.
—¿Para eso querías verme? ¿Para burlarte de mí?
—En realidad, no. La verdad quería saber si habías pensado en mi propuesta.
—Ya te dije que no me voy a casar contigo.
—¿Y qué hay de tu hijo? ¿Quieres que nazca en prisión? ¿Quieres que vaya a un orfanato durante 15 años?
Ximena tragó con dificultad y un sabor amargo quedó en su garganta. Apretaba con fuerza sus puños hasta que sus uñas cortaban la carne de sus propias manos.
—Yo puedo hacerme cargo de ambos. Puedo darle mi apellido a tu bebé, y él tendría un futuro maravilloso.
Los puños de Ximena se fueron abriendo lentamente. Estaba muy cansada de luchar en vano. Parecía que no había otra salida. Sin embargo, no cedió. Volvió a apretar su puño y levantar su frente.
—No firmaré...
Félix suspiró profundamente y luego asintió con la cabeza. Se acercó a Ximena para susurrar algo en su oído:
—Deja de luchar, Ximena. Tú, me perteneces. Solo que aún no te has dado cuenta—, dijo.
Félix hizo una seña con su mano, y Adelina tomó a Ximena por el cabello para hacerla regresar a la cárcel.
Le dolía mucho su cabello, pero aún así había una sonrisa en su rostro. Se sentía orgullosa de no ceder ante la presión de Félix.
Regresaron a la cárcel y Adelina llevó a Ximena hasta un lugar muy oscuro.
—Eres una verdadera idiota si crees que vas a poder ganar. Solo estás retrasando las cosas—, dijo.
Adelina tomó un cepillo de dientes y lo arrojó al piso.
—¿Para qué es ésto?—, preguntó Ximena.
—Vas a limpiar todo este piso.
El piso estaba totalmente mugriento y cubierto de moho.
Ximena tomó el pequeño cepillo con resignación.
—No vas a comer hasta que termines—, dijo Adelina antes de salir.
Ximena comenzó a tallar con fuerza. Sus uñas se empezaron a gastar rápidamente, y pronto sus dedos se llenaron de ampollas que hacían casi imposible seguir limpiando.
Se tomó la panza y trató de levantarla un poco para descansar la espalda. Había estado mucho tiempo en esa posición y ahora el peso del bebé comenzaba a sentirse.
—Vamos a salir de ésto, te lo prometo—, dijo Ximena en el silencio de la habitación oscura.
Trató de volver a su posición para seguir limpiando, pero algo terrible sucedió. Comenzó a sentir un dolor terrible en el vientre. Tocó su entrepierna y notó toda el agua que había. Acababa de romperse la fuente de su embarazo, y el bebé estaba a punto de salir.
—¡Aaahh!—, gritó con fuerza para aguantar el dolor—, ¡Ayuda!
Adelina fue la primera en llegar y ver lo que estaba pasando.
—Llevenla a enfermería de inmediato—, ordenó.
Ximena apretaba con fuerza las barandas de la camilla para tratar de soportar el dolor de las contracciones. Apretaba sus dientes hasta sentir que estaban cerca de romperse y golpeaba la almohada con su nuca. Hasta que perdió el conocimiento por un instante.
Ximena abría los ojos y lograba estar consciente por algunos momentos, pero la anestesia estaba haciendo su efecto rápidamente.
—No podemos hacer ésto aquí—, escuchó decir a la enfermera.
—Usted solo hágalo—, ordenó Adelina.
Ximena cerró sus ojos otra vez y comenzó a ver el rostro sonriente de Xander. Cuando abrió sus ojos nuevamente, pudo escuchar el llanto de su bebé y ver cómo la enfermera lo levantaba para llevárselo.
—Mi bebé...—, alcanzó a decir con voz débil.
Cuando el efecto de la anestesia se fue, Ximena pudo despertar y estar consciente. Se alarmó y lo primero que hizo fue tocar su barriga para notar que no había sido un sueño. Realmente había dado a luz.
Trató de levantarse de la cama para ir a buscar a su bebé, pero no podía, estaba esposada a la baranda.
Lo más extraño fue ver a Félix en ese lugar donde había despertado.
—Vine a penas supe que habías dado a luz—, dijo.
—¿Mi bebé? ¿Dónde está mi bebé?—, preguntó muy nerviosa.
—Ximena... Tu bebé murió—, confesó Félix.
Ximena quedó en shock y por un segundo se desconectó de la realidad. Sus manos ensangrentadas se dejaron caer y su cabeza golpeó la almohada.
—Supuse que ya habías tenido demasiado, y quise venir a darte una última oportunidad—, Félix colocó ese contrato sobre su pecho y el bolígrafo en su mano—, Firma...
Ximena veía al techo de la enfermería con la mirada perdida.
Apretó ese bolígrafo entre sus dedos y con un poco de ayuda de Félix, firmó finalmente ese contrato en dónde aceptaba ser la esposa de Félix y llevar el apellido Lancer.
—Fue una gran decisión—, Félix besó la frente de Ximena—, La boda será en dos días—, dijo antes de salir de la enfermería.
Félix caminó hasta el pasillo en dónde Adelina lo esperaba con un bebé en los brazos.
—Este mocoso no deja de llorar—, dijo Adelina.
—Hiciste un gran trabajo.
—No olvides nuestro trato.
—No lo olvido. Pronto tendrás un puesto importante en GIGA CORPORATION—, dijo Félix.
—¿Y qué quieres que hagas con el niño?
—Déjalo en un orfanato, no sé. Solo deshazte de él—, ordenó—, No tengo tiempo para eso. Tengo una boda que planear.