El aroma del guiso que Miriam había ayudado a preparar comenzaba a llenar la cabaña cuando el móvil de Axel vibró sobre la mesa con un zumbido siniestro. Él lo miró y su expresión, relajada hasta entonces, se tensó de inmediato. Al leer el mensaje, su cuerpo se tenzo como la cuerdas de un arco a punto de disparar la flecha.—Miriam, tengo que salir. Ahora —dijo, su voz era una orden recortada. Sin esperar respuesta, agarró su chaqueta y salió por la puerta principal, dejándola con una cuchara en la mano y el corazón latiéndole con fuerza.Axel recorrió el sendero a un ritmo veloz, la preocupación grabada en cada línea de su rostro. No tuvo que caminar mucho. A mitad de camino, entre los árboles, la figura alta y poderosa de su hermano emergió de las sombras. Vincent estaba allí, esperándolo, pero su postura era rígida, su aura de Alpha irradiaba una tensión que casi se podía tocar.—Hermano —saludó Axel, deteniéndose frente a él.—Axel —la voz de Vincent era grave, cargada de una furi
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