Miriam
La tensión estratégica se rompió con la misma rapidez con la que había llegado. Había reclamado mi lugar en la guerra que se avecinaba, y la solemne aceptación de Axel me había llenado de una determinación feroz. Pero ahora, en el silencio que seguía, la realidad doméstica de la cabaña volvía a imponerse, y con ella, un viejo hábito que ni la transformación en tigresa parecía haber erradicado.
Una sonrisa pícara, la primera genuinamente juguetona desde hacía mucho tiempo, se dibujó en mis labios. Axel, que aún tenía esa mirada de Beta evaluador, pareció desconcertarse por el cambio repentino repentino de ella.
—De acuerdo... —dije, alargando las palabras— He reclamado mi trinchera en esta... operación de comandos. Pero, ya que vas a ser mi comandante en jefe, deberías estar al tanto de una pequeña... condición logística.
Él arqueó una ceja, intrigado, una esquina de su boca se torció hacia arriba.
—¿Una condición logística?
Asentí con seriedad exagerada. Con un gesto teatral,