Ella se separó solo unos centímetros, sus ojos brillaban con una chispa de travesura y una profundidad que no estaba allí antes.—¿Sabes una cosa, Axel? —dijo, su voz era un susurro juguetón que contrastaba con la tensión en su cuerpo, inhaló profundamente, como para probar su punto—Nosotras... supimos quién eras desde el primer día. Tu olor no nos alertó. Nos calmó. En medio de la oscuridad y el pánico en casa de Kaila, tu aroma fue lo único que nos trajo un atisbo de paz.Su sonrisa se suavizó, volviéndose más genuina, más vulnerable.—Yo era la que tenía miedo. La que no quería aceptar lo que era, lo que significaba este nuevo mundo. Pero tú... —lo miró con una gratitud que le llenaba los ojos— tú nunca me trataste como a una pieza de cristal. Me provocaste, me desafiaste, me hiciste reír. Me diste el valor para caminar por este camino, mostrándome que no tenía que ser solo una carga o una víctima. Eso fue y será lo que más valoro de nuestro empezar, no forzastes nada, me distes ti
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